Cada año, miles de niñas, niños y adolescentes recorren México tras haber atravesado varios países latinoamericanos, en busca de protección, el reencuentro con sus familias o una vida más digna. Algunos viajan solos, otros acompañados, pero todos comparten el mismo anhelo: crecer en un entorno seguro donde sus derechos sean respetados.
Plan International y Save the Children han lanzado un nuevo informe, “Niñez no acompañada: riesgos y violencia a lo largo de la ruta migratoria en México”, que destaca el preocupante ciclo de violencia, exclusión e incertidumbre prolongada que enfrentan niñas, niños y adolescentes no acompañados en la frontera norte de México, especialmente las niñas.
El estudio realizado en varias ciudades -Ciudad Juárez, Reynosa y Tijuana-, se sustenta en 155 encuestas y entrevistas con niñas, niños, personas cuidadoras y proveedores de servicios. Ofrece una mirada única a las experiencias vividas por la niñez en movimiento, muchos de los cuales han estado desplazados durante meses, fuera de la escuela y viviendo en condiciones inseguras.
A continuación, conocemos la historia de tres de estos niños, niñas y adolescentes afectados:
Karen*, 13 años
En Guatemala, Karen*, de 13 años, sueña con reencontrarse con su madre, quien migró a Estados Unidos en busca de un futuro mejor para ambas. Aunque los kilómetros las separan, el amor y la esperanza de Karen siguen intactos. “Salí de mi país para estar con mi mamá, a quien no he visto en muchos años”, comparte. “Siempre la necesito”.
El viaje de Karen* comenzó con un salto lleno de incertidumbre. Su abuela, con la esperanza de reunirla con su madre, confió a Karen a un coyote -un traficante de personas- que prometía llevarla al otro lado de la frontera. “Tenía mucho miedo cuando cruzamos a México porque no conocía a ese hombre en absoluto”, recuerda Karen.
El cruce estuvo marcado por la oscuridad, el ruido de motores y, finalmente, el abandono. “Él se fue. En ese momento tuve muchísimo miedo”, comparte.
La migración irregular expone a niñas, niños y adolescentes a riesgos extremos que ningún niño debería enfrentar, y menos aún en soledad. Karen vivió momentos de gran inseguridad, dependiendo de desconocidos y enfrentando la incertidumbre día tras día. “Cuando sentía que estaba en peligro y no me sentía segura, no sabía a dónde ir”, cuenta.
Gabriela*, 16 años

The sisters’ journey was gruelling. “It was really hard,” Gabriela recalls. “I had to take care of my little sister and myself. We were on our own.” One of the worst moments came inside a locked truck, crammed with 250 others. “We were suffocating,” she says, describing the 24-hour ordeal.
Amid the hardship, glimmers of humanity emerged. Other women – mothers and elders -offered support to the sisters. “I was so grateful because not everyone would help two girls they don’t know,” Gabriela says. These small acts of kindness were lifelines in what she describes as “a journey of luck,” where survival is never guaranteed.
Con solo 16 años, la vida de Gabriela* en Guatemala estaba marcada por la esperanza y la violencia. Estudiante aplicada en su tercer año de secundaria, soñaba con convertirse en trabajadora social para ayudar a los demás. Pero sus aspiraciones se vieron truncadas por una serie de amenazas que la obligaron a huir de su hogar. Con su hermana menor de la mano, Gabriela decidió emprender un peligroso viaje hacia Estados Unidos para reunirse con su madre.
El trayecto de las hermanas fue agotador. “Fue muy difícil”, recuerda Gabriela. “Tuve que cuidar de mi hermanita y de mí misma. Estábamos solas.” Uno de los peores momentos fue dentro de un camión cerrado, abarrotado con otras 250 personas. “Nos estábamos asfixiando”, cuenta, describiendo las 24 horas de sufrimiento.
En medio de tantas dificultades, surgieron destellos de humanidad. Otras mujeres -madres y personas mayores- ofrecieron apoyo a las hermanas. “Estaba muy agradecida porque no cualquiera ayudaría a dos niñas que no conoce”, dice Gabriela. Estos pequeños actos de bondad fueron salvavidas en lo que ella describe como “un viaje de suerte”, donde la supervivencia nunca está garantizada.
Sergio*, 17 años
Con solo 17 años, Sergio*, un adolescente venezolano, ha demostrado una fuerza y resiliencia admirables. Nacido con una discapacidad de movilidad, ha recorrido miles de kilómetros en su silla de ruedas, impulsado por el sueño de reencontrarse con su familia en Estados Unidos y construir un futuro como ingeniero de sistemas.
Uno de los mayores retos en su camino fue cruzar la selva del Darién, una de las rutas migratorias más peligrosas del mundo. Para Sergio, los senderos irregulares y el lodo profundo representaron obstáculos enormes. Sin embargo, su determinación fue más fuerte que las dificultades. “Pasé por lugares terribles que nunca pensé que vería”, comparte. “Hubo momentos en los que tenía mucho frío y no podía comer”.
En México, Sergio enfrentó nuevos desafíos: empujando su silla de ruedas largas distancias con sus propias manos, sorteando caminos difíciles y exponiéndose, junto a su familia, a situaciones de violencia. “Había personas peligrosas”, recuerda. “A veces nos amenazaban”.
Desde Plan International, creemos que ningún niño, niña o adolescente debería enfrentarse a estos riesgos para buscar una vida digna. Trabajamos para proteger sus derechos y brindarles oportunidades para que, como Karen, Gabriela o Sergio, puedan alcanzar sus sueños en un entorno seguro.
*Nombres cambiados para proteger sus identidades.